Capítulo 2: ¡¡¡Faltan siete sombreros!!!

Tras los últimos acontecimientos acaecidos en Numerolandia, 1 se sentía enormemente orgulloso de su amigo Kantor que le había permitido salir airoso del embarazoso trance en el que se había encontrado. Después de varios días de meditación, 1 seguía sin encontrar una explicación satisfactoria para lo acontecido.

El primer ministro había interrogado personalmente a todos y cada uno de los asistentes que habían llevado a cabo el reparto de los sombreros y había llegado a la conclusión de que 1 de alguna forma había burlado el procedimiento de control que el mismo primer ministro ideó. Esta terrible conclusión le llenaba de ira al mismo tiempo que surgía desde su interior un cierto sentimiento no reconocido de admiración.

Los únicos habitantes de Numerolandia conocedores de los verdaderos hechos eran 1 y 8, su ayudante. Tras compartir con éste su inquietud por lo que parecían ser mágicos sucesos, 8 le recomendó a 1 que le escribiera nuevamente a Kantor rogándole una explicación. Sería la segunda vez que escribiría a su amigo Kantor en esa semana, en la primera ocasión le daba las gracias por salvarlo de la ira del rey y le contaba con todo lujo de detalles la ceremonia y la cara que puso el primer ministro cuando lo vio aparecer a las puertas de palacio.

Kantor todavía no había tenido tiempo de responder a la primera carta de 1 cuando recibía la segunda, pero Kantor lejos de ofrecerle una explicación a 1 le propuso un nuevo experimento.

Por aquél entonces todos los servicios de inteligencia de Numerolandia andaban muy ocupados intentando descifrar el significado de aquél extraño símbolo, ℵ0, que aparecía grabado el la placa que habían entregado a la reina. Por su parte, el primer ministro, sin conocimiento del rey, había ordenado investigar aquella otra inscripción

0 = ℵ0 + 1

El primer ministro había hecho llamar a todos lo ancianos y eruditos del reino para consultar sobre aquella extraña inscripción con el convencimiento de que tras ella se ocultaba el secreto que permitiría encontrar la forma en que el Sr. 1 había burlado todas las medidas de control que había ideado el mismo. Ni que decir tiene, que el primer ministro no estaba nada contento con aquella situación. ¿Cómo podía consentir que un número cualquiera se burlase así de él?

El rey, ante tantas entradas y salidas en palacio de estudiosos, había ordenado que se investigasen las actividades del primer ministro, sospechando que podía tratarse de una conspiración. Cuando fue conocedor del auténtico motivo quedó profundamente aliviado, pues si bien no le había agradado que el Sr. 1 incumpliese sus órdenes, en el fondo había quedado admirado por el hecho que el primer ministro no hubiese sido capaz de impedírselo.

Con el paso del tiempo, y su fracaso en las investigaciones, el primer ministro no descansaba buscando la forma de descubrir al Sr. 1. Esta necesidad se había ido acrecentando a medida que al primer ministro le llegaban algunos rumores de que 1 había reconocido en sus círculos más íntimos que a pesar de haber estado fuera del país visitando a su amigo Kantor el día que repartieron los sombreros el primer ministro no había podido actuar contra él por carecer de pruebas.

Algunos cortesanos y amigos íntimos del primer ministro no paraban de incitarlo para que resolviese de una vez por todas aquel asunto pues de lo contrario su reputación iría medrando hasta el momento en que tuviese que abandonar su puesto. Hasta el punto en que un día en un intento desesperado quedó en secreto con el Sr. 1 y le prometió que si le relevaba la forma en que habían sucedido los hechos no tomaría represalia alguna. 1 recelaba de las auténticas intenciones del primer ministro y no estaba dispuesto a que su amigo Kantor corriese el más mínimo peligro. Por otra parte, ¿qué podría explicar? si no había llegado a comprender la auténtica naturaleza de lo ocurrido. Así que decidió guardar un respetuoso silencio y se limitó a encogerse de hombres ante las preguntas formuladas por el primer ministro.

El primer ministro impotente fue transformando su desesperación en ira y la ira en cólera, hasta que llegado el momento dejó ir al Sr. 1, no sin antes prometerle que terminaría descubriéndolo y que el castigo sería ejemplar. Por aquel entonces el primer ministro ya tenía un as guardado en la manga, la reina estaba embarazada de su segundo descendiente. La celebración del nuevo nacimiento era la ocasión que estaba esperando para su revancha.

Se aproximaba el verano, la reina estaba muy ilusionada pensando en la posibilidad de el nacimiento de su nuevo descendiente coincidiera con el inicio del verano. Esto hubiese sido considerado sin lugar a dudas un buen presagio. Pero la reina vio como una enorme ola de calor daba paso al verano sin que se produjera el nacimiento.

Mientras tanto el primer ministro ya había urdido un maléfico plan para atrapar al Sr. 1. Pero esta vez había ido más lejos. Su terrible venganza alcanzaría a toda la familia del Sr. 1 y a tres de sus amigos más íntimos, en total 7 números. En un primer momento había elaborado una lista que incluía a todos los familiares y amigos del Sr. 1, en total 77 números. En un momento de cordura advirtió 77 números eran demasiados como para que su acción pasara desapercibida y temiendo ser descubierto por el rey pensó que con 7 era suficiente.

Quiso la diosa fortuna que el nacimiento se produjera el día 5 de julio, por lo que se ordenó, que al igual que en la anterior ocasión, que el día 6 se hiciera el reparto de los sombreros para asistir a la ceremonia de presentación el día 7. El diseño de los nuevos sombreros era mucho más moderno pero al mismo tiempo eran más fáciles de fabricar lo que había permitido reducir el tiempo y el coste necesario para organizar la celebración. El primer ministro reparó en la insistencia con que el 7 aparecía en todos los planes relacionados con el Sr. 1. Pero eso no podía ser otra cosa que una buena señal pues a él le encantaba el número 7.

El primer ministro no había perdido el tiempo y ya el mismo día 5 por la tarde había contratado a unos malhechores. A cada uno de ellos le había dado un nombre de su lista y le había hecho el encargo de impidiesen por todos los medios que recogiesen su sombrero.

Llegó el momento del reparto de sombreros y, a diferencia de la ocasión anterior, 1 se disponía a recoger su sombrero. Por el camino se encontró a otro número que había sufrido un grave accidente, 1 sin pensar en que otra vez iba a perder su sombrero ayudó al accidentado quedándose sin su sombrero. Al fin y al cabo esto no le preocupaba pues ya sabía la forma de obtener un sombrero gracias a su amigo Kantor. Además era la escusa perfecta para organizar otra fiesta.

De vuelta a casa descubrió que tanto su mujer como sus dos hijos habían sido objeto de algún tipo de suceso que les había impedido recoger su sombrero. 1 había dejado de sonreír pues tales coincidencias no podía ser fruto de la casualidad. Ahora tendría que conseguir cuatro sombreros. La cuestión es que esta vez no sabía como hacerlo y sospechando que el primer ministro estaba detrás de todo no quiso contactar con Kantor para no involucrarlo.

Todavía no había salido de su sorpresa cuando su mejor amigo lo llamó y le comunicó que él tampoco había podido recoger el sombrero. Apenas unos minutos más tarde otras dos llamadas venían a confirmar otros dos casos más. En total serían 7 los sombreros a conseguir.

Mientras tanto en palacio el primer ministro había comunicado al rey que todos los habitantes de numerolandia habían recibido su sombrero y que la fiesta prevista para el día 7 sería todo un éxito.

1 decidió que no podía poner en peligro a tanta gente y terminó contactando en secreto con Kantor. Tras exponerle su problema le pedía a Kantor que le contestase de forma que aunque el mensaje fuera interceptado no se pudiese desmontar el plan.

La repuesta de Kantor no se hizo esperar

0 = ℵ0 + 7

La cara del primer ministro quedó petrificada al ver el mensaje que habían interceptado sus espías. Pero si no había sido capaz de averiguar que significaba el primer mensaje para qué le iba a servir este otro.

La cara de 1 no fue muy distinta al ver el mensaje. ¿Qué querría decir Kantor con aquello? Tras baraja muchas hipótesis distintas, 1 se percató de que en el primer mensaje el único símbolo conocido era el 1 mientras que en el segundo era el 7. No podía ser una casualidad que en ambos casos coincidiese con el número de sombreros a conseguir. Así que 1 pensó que debía repetir su fiesta sustituyendo algunas cosas.

El Sr. 1 convocó nuevamente a todos los habitantes de numerolandia a una gran fiesta previa a la presentación del nuevo descendiente real. Al recibir la convocatoria de la fiesta únicamente el círculo de números más cercanos al primer ministro tenían una ligera sospecha del auténtico motivo de la fiesta.

Esta vez el ayudante 8 fue el primero en llegar, en la numeropercha las posiciones 1 a 7 estaban vacías después de que 8 colocara su sombrero. Las posiciones 9 y siguientes se fueron ocupando con los sombreros de los restantes asistentes a la fiesta. Nuevamente cuando todos estaban ocupados, 8 realizaba el traslado de los sombreros sin tener claro cual iba a ser el resultado. Tras la fiesta todos salieron muy contentos hablando del papel social cada vez más relevante que ocuba el Sr. 1.

En la ceremonia, la reina recibía una nueva placa con la inscripción ℵ1 y a pesar de que al pie había una nota "Numerolandia, naturalmente", la aplicación había sido mandada desde el país vecino por Kantor quien en sus estudios del infinitio había dado un paso más. La reina nuevamente atribuyó aquel grabado a un símbolo de arte moderno pues no llegaba a alcanzar su significado. Por su parte, el rey disimulaba la admiración creciente que sentía por el Sr. 1 que nuevamente había conseguido burlar al primer ministro.

Esta vez el primer ministro no recibió ningún obsequio pues tanto 1 como Kantor tenían conocimiento de que el mensaje había sido interceptado y que no merecía reiteración. Esta vez el primer ministro no llamó a nadie a consulta pues eso hubiese significado reconocer una nueva derrota ante todos los habitantes de numerolandia. Pasaron muchos meses antes de que el primer ministro fuese capaz de dejarse ver en público ante el temor de que se burlasen de él. Una y otra vez aparecía la misma pregunta en su cabeza "¿Cómo podía haber pasado otra vez?".

Última modificación: domingo, 28 de junio de 2015, 20:09